La Ilusión de Igualdad: Estructura Social en la Argentina de Menem y de los Kirchner

Here is a paper I submitted for my Estructura Social Contemporánea course at university this semester.  It’s in Spanish and a bit long, but I hope it’s worth the read!

Introducción

El siguiente ensayo pretende abordar la configuración de la estructura social a partir de la presidencia de Carlos Saúl Menem hasta la actualidad, y cómo la política económica y social que se fue adoptando a lo largo de los años ha influido en la misma y a qué costos.  La cuestión principal que aborda mi trabajo es el análisis de este período con el fin de poder plantear la necesidad de transformar el Estado argentino – creando una sociedad justa, abierta, móvil e integrada.

Al analizar los avances y retrocesos del país desde la asunción a la presidencia de Carlos Saúl Menem en 1989 hasta la actualidad, suelen tomarse en cuenta índices económicos y estadísticas nacionales como el PIB.  ¿Es esto suficiente para evaluar el éxito y el fracaso del rumbo elegido?  ¿Cómo explicar entonces las pobres condiciones sociales que se dieron en contextos de crecimiento económico?

Creo que es menester abordar la situación política y económica para comprender las motivaciones  y razonamientos detrás de las reformas que se produjeron.  La asunción de Carlos Menem como presidente de la nación fue un acto cargado de un valor simbólico importante: aquel era el primer traspaso constitucional de poder que se producía desde 1928, y la segunda vez en la historia del país en que el nuevo portador de la banda presidencial pertenecía a un partido opuesto al de su predecesor.

Al comenzar este nuevo capítulo, el régimen democrático y republicano seguía en pie, técnicamente.  ¿Pero que yacía detrás detrás de esta aparente transición hacia un futuro mejor?

A continuación haré un análisis de las condiciones en las que asume la presidencia Menem, para luego describir las transformaciones en la estructura social en la crisis del año 2001 y las marcadas desigualdades sociales que se pronunciaron en los gobiernos tanto de Menem como de los Kirchner.

CAPÍTULO 1
Los años previos: perfiles y desafíos de la sociedad argentina

En 1983 Argentina elige a Raúl Alfonsín como presidente.  Este episodio carga con la relevancia de ser la vuelta a la democracia, y el fin del régimen autoritario militar que había azotado al país desde el año 76.  Esta restauración democrática planteaba grandes desafíos en el plano social: los horrores de la dictadura habían polarizado la sociedad, atomizándola a través del miedo y la represión, dejándola con pocas posibilidades de organizarse y manifestarse como pueblo.  Otra pesada herencia de la dictadura era la gran deuda externa del país, que había realizado muchísimos gastos durante la Guerra Sucia.  Alfonsín tendría como desafío resolver ambas de estas crisis, tanto la social como la económica.  Y por último, debería también afianzar la imagen del estado democrático y mantener la estabilidad política.

En este contexto, el gobernador de la provincia de La Rioja, Carlos Saúl Menem, empieza a hacer campaña dentro de los círculos justicialistas (el Partido Justicialista es de herencia peronista), y en julio de 1988 se consagra como candidato, para ser efectivamente elegido al año siguiente como presidente de la nación.  Asume el mando en un momento sumamente complicado, ya que tras la hiperinflación del año 89 se pierde toda credibilidad en un Estado benefactor[1] lo cual da a lugar a sus políticas más pragmáticas, en línea con la tradición peronista.  También se desestabiliza violentamente la economía nacional, produciéndose una inflación estimada en el 200% en el mes de julio (y un 5000% anual)[2] – y como consecuencia hace crecer también la tasa de desempleo.

La Argentina fue uno de los primeros Estados del continente americano en proveer una educación laica, pública y gratuita, de la mano del presidente Julio Argentino Roca en el año 1884.  Dada la ola de inmigración impulsada por Juan Bautista Alberdi en la segunda mitad del SXIX, la educación cobra aún más importancia como elemento homogeneizador para así crear una identidad argentina común, a través de símbolos, mitos fundacionales y tradiciones patrias.  Esta base educativa abierta a todos era no sólo conveniente para la integración de los nuevos y futuros ciudadanos, sino que también marcó la movilidad social de la cual gozaría el pueblo argentino en los siguientes años.  Los inmigrantes que llegaban en barcos vivían modestamente, y la educación pública y gratuita que recibieron sus hijos los convirtió en destacados científicos, médicos, escritores y demás profesionales – siendo ellos aún la primera generación de argentinos.  “Mi hijo, el doctor” es una clásica frase que se asocia a los comienzos del SXX: los descendientes de los inmigrantes lograron alcanzar niveles de formación que sus padres jamás habrían soñado para ellos mismos, llevándolos a orgullosamente presumir de sus logros.  La educación había a lo largo del SXX configurado un elemento crucial para la movilidad social en la Argentina.  Esta sociedad era quizás la única del mundo latinoamericano que ostentaba una clase media mayoritaria y educada.

Con el advenimiento de las dictaduras militares que golpearon a los argentinos a lo largo de aquel siglo, la educación de esta joven república sufrió grandes transformaciones y comenzó a deteriorarse.  Lo mismo sucedió con el espíritu político de los ciudadanos – y de hecho la connotación negativa de la política incrementaría exponencialmente tras la década de Menem en el gobierno.

CAPÍTULO 2
La experiencia menemista

Una de las misiones del presidente Menem era la de reconstruir la fe en la democracia y reconciliar a las partes de la sociedad.  Había que reconstruir los lazos de confianza con las Fuerzas Armadas y sacar el país de la pobreza.  Argentina había visto mejores épocas, y estaba por caer en la ilusión de igualdad del período que se avecinaba.

Al establecer la paridad fija, “pegando” el valor del peso al del dólar, se crea la primera de las ilusiones de la década: la económica (Almeyra la denomina la “borrachera de la convertibilidad”[3]).  Si bien la situación se estabilizó durante los años noventa –y estar mejor que en la hiperinflación de 1989 no supone un salto cualitativo demasiado grande–, a lo largo de dicha década las condiciones de desempleo se acentuaron sobremanera: en la Capital Federal (Buenos Aires) y el conurbano bonaerense (Gran Buenos Aires) el 28% vivía por debajo de la línea de pobreza en el año 1999.  En el área del segundo cordón industrial, esta cifra ya trepaba al 40%[4].  Pero más allá de las cifras estáticas, es la comparación lo que realmente revela las transformaciones de polarización en la estructura social: entre 1990 y 1998, el decil más pobre había perdido el 40% de sus ingresos reales.  En cuanto al margen superior de riqueza, éste se llevaba el 28,2% de los ingresos nacionales en la última dictadura, y en 1999 su porción de los ingresos llegaba al 36,2%[5].

Es aquí cuando se cae en la trampa de la ilusión: el enriquecimiento de pocos alza la media de todos.  Pero aunque las estadísticas dijeran que en los años 90 se mejoró la situación económica de la Argentina, ésto no puede (ni debe) ser tomado como sinónimo de los efectos en toda la sociedad.  También es importante mencionar que este fue un proceso de transformaciones liberales que tomó lugar en muchos Estados latinoamericanos, como parte del Consenso de Washington, y no fue una acción aislada del líder argentino.

Las alianzas que formó el presidente Menem con los sectores corporativos fue uno de los factores que desembocó en la desigualdad social.  Como el recorte en el gasto público fue una de sus estrategias para recuperarse de la hiperinflación, Menem privatizó todos los servicios públicos hasta entonces manejados por el Estado.  Favoreció los monopolios y la cartelización de estas nuevas empresas, y dada la ausencia de competencia la calidad de los servicios ofrecidos bajó importantemente.  Estas alianzas vinieron acompañadas de un complejo entramado de redes de corrupción, que generaron círculos viciosos hasta en la justicia, el senado, la policía y los medios.  La privatización y la corrupción debilitaron la imagen de la democracia y contribuyeron a la polarización de la estructura social, disminuyendo las oportunidades de movilidad y progreso – el mérito ya no bastaba, ahora lo que la gente necesitaba era estar bien posicionada y conectada.

CAPÍTULO 3
Crisis de gobernabilidad: participación social y democracia directa

La ilusión social ya se encontraba hecha trizas, y en diciembre de 2001 termina por despedazarse desastrosamente la ilusión económica.  La polarización social causada por la dictadura, mencionada en el primer capítulo de este ensayo, habría silenciado a la sociedad durante aquellos años bajo los militares – pero su efecto callaría sólo por un breve período, para luego potenciar la frustración de la sociedad a lo largo de los años, y eso se manifestó con claridad en la movilización social de finales de 2001.

La crisis de finales de los noventas no discriminó a nadie: paradójicamente, si bien polarizó la sociedad, la línea divisoria entre “rico” y “pobre” no se definió por estatus o poder.  La clase media colapsó, y la población que estaba acostumbrada a llevar una vida con sus necesidades básicas satisfechas, se encontró en una situación inesperada y desconocida: perderlo todo.  La sociedad civil se vio movilizada y demostró ser capaz de actuar para alivianar el empobrecimiento y la caída en la indigencia.

Lo que sucedió el 19 y el 20 de diciembre, desató lo que los medios meses después llamarían la “crisis de gobernabilidad”.  Aquí se introdujeron dos novedades llamativas en el comportamiento social:

La primera es la composición social del grupo de manifestantes.  Gente de todos los barrios, en todas las ciudades y provincias del país se acercaron a las calles y plazas a golpear sus cacerolas y pedir la renuncia del presidente.  Lo más importante de aquello fue que estos actos reunieron a gente de clases sociales diversas, al igual que credos, edades, actividades y orientaciones políticas.

La segunda novedad no es cómo se protestó, sino qué fue lo que se dijo.  “Que se vayan todos”.  Se produjo un proceso de organización autónoma en las distintas comunidades y barrios, y la gente –sin saberlo y sin intención– recitaba cánticos que completamente podrían ser tildados de anarquistas.  ¿Que se vayan todos?  Justamente, al reunir a tantos manifestantes diversos, el único postulado en común posible era sobre el repudio hacia la administración de Fernando De La Rúa.  Es demasiado improbable que la gente realmente haya considerado la anarquía como el régimen deseado para el país, pero al no existir fuerzas de oposición organizadas, aquí comenzó a gestarse un mal que pesaría sobre los hombros de las siguientes presidencias (y más importantemente, de las siguientes sociedades).

Y son estas las novedades que generaron curiosidad en los medios, los politólogos y los sociólogos que se propusieron conceptualizar el caso argentino.  Las teorías de conflicto social y estratificación (desde Marx hasta las más modernas) no habrían tradicionalmente esperado una reacción colectiva de tal magnitud y en semejantes condiciones.  En La sociedad dividida, José Félix Tezanos desarrolla y describe ciertos planos que condicionan la posibilidad de la acción colectiva en los sistemas de estratificación modernos[6].  Éstos son la percepción de la realidad social, las valoraciones de los medios de comunicación, las percepciones de la distribución de oportunidades y recursos, las referencias y mecanismos institucionales que se pueden usar para manifestarse y defender derechos de clase y la homogeneidad de las condiciones económicas y sociales.  Claramente, la masa afectada por la política económica del menemismo (y el manejo de su sucesor De La Rúa), no era homogénea, no contaba con un medio de referencia para manifestarse, no leía los mismos diarios ni tenía como preocupación central la igualdad social.  Lo que perseguían era desahogarse, expresarse y no morirse de hambre.  Lo que los empujaba era la insatisfacción y la incertidumbre de lo que pasaría con sus hijos y las futuras generaciones.

Al practicar la democracia directa (los vecinos formaron asambleas barriales y se regían por las leyes formuladas en éstas, se produjeron cortes de ruta, hubo saqueos y tomas de fábricas) – la sociedad argentina lograba desahogarse y manifestarse: pero no remediaba el mal que los aquejaba.  Esto generaría un efecto dominó que resultaría en un círculo vicioso de protestas y frustración, que se mantiene hasta el día de hoy.  La poca educación cívica y política no lleva a la ciudadanía a organizarse en la Argentina actual, sino que la llena de negatividad y se toma como modelo la protesta, que a veces se practica de manera violenta.

CAPÍTULO 4
Las presidencias de los Kirchner

Tras la secuencia de los cinco presidentes en doce días desatada por la renuncia de Fernando De La Rúa, finalmente es el quinto el que logra mantenerse en el poder.  Duhalde preside la Argentina por varios meses hasta que el 25 de mayo de 2003 asume Néstor Kirchner.

En estas elecciones se produjo una anomalía: por primera vez en la historia del país alguien fue electo presidente con sólo el 22,24% de los votos.  En la primera ronda ninguno de los candidatos había alcanzado el porcentaje ni la diferencia porcentual necesaria para ser electo, por lo cual pasaron al ballotage Menem (que se había llevado el 24,45%) y Kirchner (con el porcentaje ya mencionado).  Menem, sin embargo, decidió renunciar a su candidatura antes de que se llevara a cabo la segunda ronda de votaciones, por lo cual se dio que Kirchner saliera electo con un nivel tan bajo de votos.

Kirchner, sin embargo, logró inicialmente mantener una buena imagen y sus estadísticas de popularidad lo dejaban bien ubicado.  Sin embargo, al avanzar los meses estos números comenzaron a bajar rápidamente, y las críticas al presidente se oyeron nacionalmente (el columnista del diario La Nación, Joaquín Morales Solá, sería uno de los principales intelectuales abiertamente opuestos al gobierno de Kirchner), como también internacionalmente (las publicaciones The EconomistThe Wall Street Journal comenzaron a realizar críticas).  Éstas se referían al estilo confrontador del presidente, a la política económica adoptada (críticas que persisten aún en su nuevo rol como líder del Partido Justicialista y como Primer Caballero, recientemente el diario The Wall Street Journal lo llamó “antimercado”, como publicó La Nación[7]).  The Economist lo describió como un líder populista[8] – tipo de liderazgo que se conceptualizó con el surgimiento de líderes en latinoamérica como Perón.

Kirchner hizo varias acusaciones hacia Menem para ganar apoyo de los amplios grupos anti-menemistas que aún no estaban convencidos de que el nuevo presidente sacaría el país adelante.  Entre dichas acusaciones afirmó que Menem había privado a los argentinos de sus derechos a trabajar, a comer, a estudiar y a tener fe.  Haciendo referencia a su retirada temprana de las elecciones, agregó que ahora privaba a los argentinos del último derecho que les quedaba – el de votar[9].  También habló acerca del caracter corporativista de su administración y de su modelo económico, que favorecía el liderazgo (y la protección) de ciertos grupos selectos bajo el criterio de las necesidades de los empresarios.  Una parte importante de su discurso inicial fue el de fortalecer las instituciones democráticas y no “venderse” a los intereses corporativos[10].

En El conflicto social moderno, Ralf Dahrendorf retoma a Amartya Sen con los conceptos de titularidades y provisiones, y ejemplifica la cuestión con lo que llama “la paradoja de Martínez”[11].  Esta última es la situación nicaragüense tras las transformaciones sociales en los años ochenta, retratada por la variedad y cantidad de productos que se podían encontrar en un supermercado en Managua: “Puede que sea cierto [que no haya mucho que comprar en las tiendas], pero permítame decirle algo.  Antes de la revolución, nuestros supermercados estaban llenos.  En las tiendas de Managua se podian encontrar las mismas cosas que en Miami.  Pero la mayoría no podía permitirse comprar nada de ello (…) Nosotros hemos cambiado el orden de las cosas.  Hoy, todos pueden comprar lo que hay en las tiendas”, le dijo un ministro nicaragüense a Dahrendorf en 1986[12].

He aquí la paradoja: la revolución había transformado un mundo de abundancia para ciertos pocos (bajo el gobierno menemista) en uno distinto, de escasez para todos (bajo las presidencias de los Kirchner).  Tanto Néstor como Cristina Kirchner orgullosamente portaron la bandera de la redistribución de los ingresos y en nombre de ella adoptaron políticas que decepcionaron a los obreros y a los campesinos, como el escandaloso y largo enfrentamiento que desató la Resolución 125 sobre las exportaciones de carne en el año 2008.  Los Kirchner, en un afán de redistribuir el ingreso, adoptaron políticas que lo recortaron.  En las palabras de Dahrendorf, se cumplía en la Argentina la paradoja de Martínez: pasando “del crecimiento sin distribución a la redistribución sin crecimiento”[13].  Durante el gobierno de Néstor Kirchner aún se mantenía el país en la etapa del crecimiento sin distribución, pero tras los escándalos de corrupción con el manejo del INDEC (Instituto Nacional de Estadística) y las cifras de inflación falsas, ya no se pudo confiar en las provisiones que uno supuestamente podría acceder a comprar (ni se podía tener certeza absoluta de poder encontrarlas en los supermercados, como en el caso de Managua).

Cuando Sen habla de las titularidades, no se refiere a la capacidad personal de adquirir algo, sino en el marco social en el cual se estructuran las capacidades que tienen los medios de la sociedad.  Lo que sucedió y aún sucede bajo los Kirchner es un recorte drástico de las titularidades – y entre ellas no hablamos sólo de capital monetario, sino también de capital cultural y social.

CONCLUSIÓN:
Asignatura Pendiente

La historia de la República Argentina lo deja en evidencia de manera iterativa: la necesidad de crear un Estado justo, que garantice una sociedad abierta, móvil e integrada, sigue siendo una asignatura pendiente.  El pueblo argentino ha sufrido tropezones históricos, y si bien eso es lo que “trasciende” en los libros de historia y en la enseñanza escolar al hablar de las aventuras y desventuras nacionales, siempre parece quedar relegada una cuestión más confusa, un campo desestimado y desatendido: la cuestión social.

En el comienzo de esta investigación se planteó la siguiente pregunta: ¿cómo se explica el creciente empobrecimiento de un país cuyas estadísticas muestran mejoras económicas?  Queda claro que la estructura social es un condicionante de esta dinámica, y el poder del liderazgo de modificar las titularidades y provisiones de los ciudadanos no facilita la situación.

La violación o manipulación de los poderes democráticos debilitó las estructuras de la república, generando un espíritu reacio hacia la política por parte de los ciudadanos, desconfiados de quien fuera que estuviese en el poder.  El deterioro de la educación también alimenta este círculo vicioso, y este factor sumado a la existencia de redes de corrupción terminan con el concepto de movilidad social en base al mérito, del cual habría gozado la Argentina en épocas anteriores.

La ilusión de igualdad fue múltiple en la Argentina.  Llegaron los inmigrantes en barcos, se ofreció educación libre, gratuita y laica, se educó a la población – pero la desatención hacia la configuración de los grupos sociales derrumbó esta fortaleza de la sociedad, polarizándola ideológica y económicamente.  La ilusión fue económica.  También lo fue política, a la hora de votar y elegir a los líderes del país.  Pero en tanto no muera la ilusión social, no será imposible salir adelante.  Porque como se dice popularmente, los problemas hay que arrancarlos de raíz, y en este caso las raíces a las cuales hay que atender son los cimientos de la estructura social argentina.

[1]  Romero, L. A., Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2004.  p. 264

[2] Ibid. p.269

[3]  Almeyra, G., La protesta social en la Argentina (1990-2004), Buenos Aires, Ediciones Continente, 2004.   p. 129

[4]  Ibid. p. 129

[5]  Ibid. p. 130

[6] Tezanos, J. F., La sociedad dividida, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001. p. 129 – 136

[7]  Diario La Nación, 25 de junio de 2009.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=842050

[8]  The Economist, 12 de abril de 2006.
http://www.economist.com/world/americas/displaystory.cfm?story_id=6802448

[9]  Farmelo, Cibils. Junio de 2003.
“first [Menem] robbed Argentines of their right to work, next of their right to eat, their right to study, and their right to be hopeful. Now he is going for the last remaining right, the right to vote.”
http://americas.irc-online.org/reports/2003/0306argelect.html

[10] Ibid.
“Kirchner stated that Menemʼs withdrawal served business groups that enjoyed ‘inadmissible privileges’ during the Menem years. These groups were protected by an economic model that favored ‘financial speculation and political subordination’ of elected leaders to business interests. Kirchner promised he would not be the prisoner of corporate interests and would struggle to renew and deepen Argentinaʼs democratic institutions.”

[11]  Dahrendorf, R., El conflicto social moderno, Madrid, Biblioteca Mondadori, 1990.  p. 28

[12]  Ibid. p. 28

[13]  Dahrendorf, R.  Op.cit. p. 29

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